domingo, 10 de mayo de 2009

Marioneta


Hay muchas cosas que no te planteas. Muchas cosas cosas de las que apenas eres consciente hasta que te faltan, En el caso de Roxana, lo que faltaba era su identidad.

Hubo un tiempo en el que tuvo una, se dijo mientras guardaba la última pieza de atrezo en el oscuro y vacío teatro.

Hubo un tiempo en que fue la hija única de una madre separada. Fue una cuarta parte de las famosas cuatro inseparables. Fue una destacada estudiante de Matemáticas, una persona siempre a la última moda, una buena bailarina, una chica obsesionada por controlarlo todo, una desordenada. Una residente del piso 4º-F.

Ahora todo esto había desaparecido, o, al menos, era indetectable. Y no contaba con nada que lo reemplazara. Excepto, tal vez, Julia, era afortunada de tener a Julia.

Tras hablar con su madre volvió a su habitación de puntillas y se metió en la cama para no despertar a Julia, que tenía el sueño ligero.

Su madre la quería, aquello solía proporcionarle cierta seguridad, solía ser suficiente para hacerla sentir que era alguien.
Antes era como si su madre y ella fuera una sola persona, como si vivieran una sola vida. Ahora sus vidas se habían separado, la identidad de su progenitora ya no era algo a lo que ella pudiera anexionarse.

Eso no significaba que su madre ya no la quisiera. Le había dado la vida a Roxana, pero no podía esperar que siguiera dándosela siempre. Y a pesar de todo no estaba segura de cómo estar viva por ella misma.

Puso las manos bajo la almohada. Aunque podía oír la respiración de Julia a poca distancia, se sintió terriblemente sola.

No hay comentarios:

Publicar un comentario